...en Resejo
Salgo de la escuela, llego a casa, tiro la cartera por el hueco de la escalera y salgo corriendo; mi destino: el "prao" de Resejo.
Mi territorio y el de mis amigos, donde juntos vivimos incontables aventuras, siempre teniendo como omnipresente protagonista al río. Son muchas las sensaciones que vivo al recordar esta campa a la orilla del río y a la vera del pueblo al que también mucha gente conocía como el ferial. En el se encontraban Los Toriles donde vivían los sementales del pueblo y adonde se llevaban a cubrir, las vacas que “estaban toras”. Allí fue donde note por primera vez siendo muy niño, las sensaciones desconcertantes del alcohol al beber inconscientemente vino con gaseosa en la fiesta de los toriles…aquello sabía tan bueno que…
Pero lo que más y mejor recuerdo son las incontables aventuras que vivíamos mis amigos y yo entre sus salgueras, chopos y cursos de agua; como las guerras de arcos y flechas, o las de piedras, en las que vivimos más de un susto por alguna pedrada recibida en la cabeza. También "las casetas", que eran grandes secretos escondidos en el soto y que cada grupo de amigos construíamos y defendíamos como tesoros. Si nos la tiraban, había guerra segura. Pero no quiero que penséis que todo eran conflictos entre nosotros, la mayor parte del tiempo lo pasábamos jugando al balón, al béisbol que nos gustaba mucho y sobre todo correr y saltar por los prados y el soto que nos rodeaba.
Desde la primavera hasta la llegada de la nieve nuestras andanzas no dejaban de buscar nuevos horizontes que para nosotros era como descubrir un nuevo mundo cada día. Una de las rutas que recuerdo con gran emoción era la de los senderos de Marmariñan. Tendríamos unos 8 o 10 años cuando nos aventuramos a surcarlos. Estos eran durante un buen trecho, un pequeño saliente en una alta pendiente sobre el río grande. Era una sensación imponente cruzar por esas laderas pedregosas en primavera con un río bravo rugiendo con fuerza a varios metros bajo nuestros pies. Nos sentíamos como robinsones que descubrían un mundo enorme y lleno de sensaciones y que enseguida sentíamos como nuestro pues eran pocas las veces que nos encontrábamos con alguna persona. Descubrimos islas en el río a las que pusimos nombres como la isla de los peces, la isla del corazón.
El final de los senderos era el valle de Quintanilla y su ermita, nuestro destino desde que lo descubrimos. En una ocasión quisimos llevarnos un recuerdo de nuestras hazañas de aquel día y cogimos el badajo de la campana de lo alto de la espadaña. No fue fácil pues la altura del tejado era mucha. Construimos un andamio y después de mucho empeño conseguimos nuestro objetivo. Tan valioso trofeo lo guardamos celosamente en el pueblo en la fábrica de Benito bajo tierra. Cuando volvimos ya no estaba y pronto nos dimos cuenta que alguien se había "chivao"…nunca le hemos culpado por ello….tenía muchas presiones en casa por juntarse a un cuerpo expedicionario como el nuestro, en el pueblo…Bromeando, suponemos que su familia debía tener una importante red de espías cristianos por la zona y la cuestión fue que el botín en forma de badajo, nunca volvió a hacer sonar la campana de la Ermita de Quintanilla.
Mi territorio y el de mis amigos, donde juntos vivimos incontables aventuras, siempre teniendo como omnipresente protagonista al río. Son muchas las sensaciones que vivo al recordar esta campa a la orilla del río y a la vera del pueblo al que también mucha gente conocía como el ferial. En el se encontraban Los Toriles donde vivían los sementales del pueblo y adonde se llevaban a cubrir, las vacas que “estaban toras”. Allí fue donde note por primera vez siendo muy niño, las sensaciones desconcertantes del alcohol al beber inconscientemente vino con gaseosa en la fiesta de los toriles…aquello sabía tan bueno que…
Pero lo que más y mejor recuerdo son las incontables aventuras que vivíamos mis amigos y yo entre sus salgueras, chopos y cursos de agua; como las guerras de arcos y flechas, o las de piedras, en las que vivimos más de un susto por alguna pedrada recibida en la cabeza. También "las casetas", que eran grandes secretos escondidos en el soto y que cada grupo de amigos construíamos y defendíamos como tesoros. Si nos la tiraban, había guerra segura. Pero no quiero que penséis que todo eran conflictos entre nosotros, la mayor parte del tiempo lo pasábamos jugando al balón, al béisbol que nos gustaba mucho y sobre todo correr y saltar por los prados y el soto que nos rodeaba.
Desde la primavera hasta la llegada de la nieve nuestras andanzas no dejaban de buscar nuevos horizontes que para nosotros era como descubrir un nuevo mundo cada día. Una de las rutas que recuerdo con gran emoción era la de los senderos de Marmariñan. Tendríamos unos 8 o 10 años cuando nos aventuramos a surcarlos. Estos eran durante un buen trecho, un pequeño saliente en una alta pendiente sobre el río grande. Era una sensación imponente cruzar por esas laderas pedregosas en primavera con un río bravo rugiendo con fuerza a varios metros bajo nuestros pies. Nos sentíamos como robinsones que descubrían un mundo enorme y lleno de sensaciones y que enseguida sentíamos como nuestro pues eran pocas las veces que nos encontrábamos con alguna persona. Descubrimos islas en el río a las que pusimos nombres como la isla de los peces, la isla del corazón.
El final de los senderos era el valle de Quintanilla y su ermita, nuestro destino desde que lo descubrimos. En una ocasión quisimos llevarnos un recuerdo de nuestras hazañas de aquel día y cogimos el badajo de la campana de lo alto de la espadaña. No fue fácil pues la altura del tejado era mucha. Construimos un andamio y después de mucho empeño conseguimos nuestro objetivo. Tan valioso trofeo lo guardamos celosamente en el pueblo en la fábrica de Benito bajo tierra. Cuando volvimos ya no estaba y pronto nos dimos cuenta que alguien se había "chivao"…nunca le hemos culpado por ello….tenía muchas presiones en casa por juntarse a un cuerpo expedicionario como el nuestro, en el pueblo…Bromeando, suponemos que su familia debía tener una importante red de espías cristianos por la zona y la cuestión fue que el botín en forma de badajo, nunca volvió a hacer sonar la campana de la Ermita de Quintanilla.
Otra aventura digna de recordar fue la de ese día, que con el hacha de cortar la carne de mi Madre, cerca de Quintanilla, tiramos un gran chopo abajo para poder cruzar el río desde el sendero...después de varios días, lo conseguimos... fue nuestro gran secreto durante todo el verano.
Tengo, me atrevo a decir, tenemos, un imborrable recuerdo de Resejo de tardes de Primavera entre Sol y Lluvia y un Arco Iris... que a mi particularmente, siempre me viene a la mente en días así.
Saludos y abrazos paisanos. Y disfrutar de esos a veces, reconfortantes recuerdos (...relicuerdos)
Tengo, me atrevo a decir, tenemos, un imborrable recuerdo de Resejo de tardes de Primavera entre Sol y Lluvia y un Arco Iris... que a mi particularmente, siempre me viene a la mente en días así.
Saludos y abrazos paisanos. Y disfrutar de esos a veces, reconfortantes recuerdos (...relicuerdos)
Very good!
ResponderEliminarI love very broad, I like some of the ancient culture, like modern architecture, and now I am fat, I like your BLOG!
ResponderEliminarGood Blog, I think I want to find me, I will tell my other friends, on all
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